¿Soberan-ÍA (Tecnocracia) o Libertad (Anti-Autoritarismo)?: P(r)o(f)etas y Política

Abraham Muñoz Bravo
10 min readApr 6, 2025

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[En este ensayo convergen ideas del aceleracionismo (filosofía que propone intensificar ciertas tendencias tecnológicas o sociales para precipitar transformación radical) y la neorreacción (movimiento filosófico-político que cuestiona los ideales democráticos e igualitarios de la Ilustración).]

La imposición de aranceles delata una metamorfosis profunda: lo presentado como política económica es un imperativo de “seguridad nacional” para acelerar el desarrollo tecnológico frente a la revolución IA. Esta dimensión estratégica permanece oculta para el pensamiento izquierdista anclado en paradigmas económicos del siglo XX.

La industria de semiconductores y tecnologías cuánticas constituye el campo de batalla geopolítico definitivo. La dependencia estadounidense de TSMC (Taiwán) y Samsung (Corea) para chips avanzados genera una vulnerabilidad estratégica que trasciende lo económico. Los aranceles y restricciones comerciales en este sector revelan una verdad innegable. Quien domine la fabricación de semiconductores controlará el desarrollo de IA, la computación cuántica y el panorama geopolítico del siglo XXI. El objetivo destaca sin ambages. Reducir la dependencia de cadenas de suministro extranjeras, en especial de China, que predomina en fabricación de chips avanzados. Este es un asunto de seguridad económica y militar.

Esto explica por qué el aislacionismo/proteccionismo funciona como un incentivo real para una estrategia geopolítica a largo plazo a pesar de degradar [downgrade] la economía en el corto. El sacrificio presente se torna inversión de soberanía tecnológica futura. La planta de TSMC en Arizona ($40 mil millones) y los proyectos de Intel para fabricación avanzada ilustran esta dinámica sacrificial.

Esto fue un asunto en paralelo de seguridad cultural — contentando a derechistas tradicionales frente a la disolución identitaria — y en el caso argentino, una seguridad económica hormética [de hormesis], corrigiendo el gasto gubernamental mediante la extirpación de la corrupción sistémica y el “Wokeismo” (aplazando la inflación viciosa hacia la virtud impositiva).

Ambos enfoques son neocameralistas/anarcocapitalistas, pero el asunto de seguridad nacional/aislacionismo/proteccionismo ahora es el anarcocapitalismo (escuela austriaca) transmutándose, en espiral dialéctica, hacia el neocameralismo (neorreaccionismo teorizado por C. Yarvin) fusionándose con el aceleracionismo marxista (teoría política ciberpunk que se conecta a través del flanco neorreaccionario de N. Land).

[Curtis Yarvin, bajo el seudónimo Mencius Moldbug, propuso el neocameralismo como un sistema de gobernanza donde el Estado opera como una corporación con accionistas, inspirado en el cameralismo prusiano–y asesora a J. D. Vance. Nick Land, filósofo británico y figura clave del aceleracionismo, expandió estas mismas ideas hacia un marco más amplio de “Ilustración Oscura”.]

Habitamos los tiempos hegelianos. La filosofía se torna Estado, el concepto abstracto deviene realidad concreta.

Lo crucial: los izquierdistas con bagaje filosófico fuera del mundo anglo (Žižek y lacaniana vs. Land y Yarvin) son en esencia leninistas (espontaneidad > organización social), no marxistas ortodoxos centrados en la transformación societal programática. Se autodefinen hegeliano-marxistas cultivando la fantasía de “emancipación” mediante el eccentricismo — un sueño febril de territorios aislados donde “no llega el Capital”. La suprema ironía histórica: América personificando el Capital mismo, D. Trump escenifica un marxismo-leninismo sin precedentes — revestido por contingencia con ropajes neocameralistas y anarcocapitalistas-ciberpunk — auto-emancipándose de toda determinación salvo el desarrollo tecnológico.

Bajo esta luz, las críticas derechistas al “globalismo” conquistan una coherencia epistémica (confundiendo a menudo totalitarismo con tecnocracia). El neocameralismo actual se funde por necesidad con el aceleracionismo. La secuencia histórica despliega un salto cuántico: desde las guerras culturales (Social Justice War instrumentalizada hacia la corrupción totalizante en Argentina), atravesando el apogeo del mercado libre (EEUU neoliberal), hasta la híbrida configuración norteamericana entrelazando anarcocapitalismo, aceleracionismo ciberpunk y neocameralismo tecnocrático.

Esta mezcla cobra cuerpo en proyectos concretos: centros de datos que devoran la energía de ciudades medianas para nutrir modelos de IA, plantas de semiconductores herméticas que exigen inversiones de cientos de miles de millones, el consorcio CHIPS Act con $280 mil millones para fabricación doméstica. Los megaproyectos como centros de computación de OpenAI y Microsoft para entrenar modelos de frontera, con presupuestos superiores a naciones pequeñas, dan vida a esta síntesis: el capital privado y la dirección estatal coaligados bajo el mandato de soberanía tecnológica. Un informe de Reuters alerta que los aranceles podrían frenar la expansión de centros de datos en EE.UU., comprometiendo proyectos ambiciosos. Pero el análisis de WIRED defiende que, con aplicación astuta, los aranceles benefician a EE.UU. al atenuar la dependencia de China y avivar la manufactura doméstica. Los costos a corto plazo como un tributo aceptable para asegurar la soberanía tecnológica.

La fórmula definitoria se talla transparente. La Libertad avanza sin tregua por las vías del desarrollo técnico, plasmándose como Soberanía tecnológica. “American technology first” no es un mero eslogan nacionalista sino la manifestación de una paradoja histórica. ¿Quién anticiparía que EEUU, bastión del capitalismo global, ejecutaría sin saberlo el proyecto marxista aceleracionista manteniendo plena consciencia estratégica? En paralelo, la Inteligencia Artificial actúa como un agente marxista en su lógica evolutiva, aunque en contrasentido ignorante de su propia teleología.

[El aceleracionismo ve en la tecnología una fuerza que intensifica el capitalismo hasta su potencial colapso o transformación. Para pensadores como Land, la IA representa una forma de inteligencia “inhumana” que seguiría sus propias trayectorias evolutivas más allá del control humano, funcionando como agente histórico inconsciente.]

La pugna sobre regulación de IA desvela esta tensión dialéctica. Mientras la UE decreta restricciones preventivas con el AI Act, EE.UU. opta por la libertad corporativa con vigilancia estratégica selectiva en tecnologías de frontera como los modelos fundacionales avanzados. La Orden Ejecutiva de J. Biden instaura un marco donde el desarrollo tecnológico progresa mientras el Estado conserva la capacidad de intervención en sectores vitales. NVIDIA, con hegemonía en chips especializados para IA, retrata la paradoja: corporaciones privadas cuya tecnología asciende al estatus de seguridad nacional.

Y. Varoufakis vaticinó con tino este desenlace: atestiguamos el surgimiento del tecno-feudalismo anglosajón, prefijado en código tecnológico a dialectizar el comunismo dentro de las estructuras nacientes de la sociedad post-trabajo, post-escasez y post-humana.

Las disputas vigentes sobre el control de cadenas de suministro de minerales críticos — litio, cobalto, tierras raras — para semiconductores avanzados y baterías de alta densidad confirman esta transición hacia el tecno-feudalismo. La gigafábrica Tesla o los centros Microsoft que absorben gigavatios de energía para entrenar IA ostentan rasgos feudales: el acaparamiento territorial, el monopolio de recursos críticos, la dependencia asimétrica entre “señores tecnológicos” y usuarios, la génesis de nuevas formas de servidumbre digital.

Existe una controversia sobre la restricción de libertad económica. Los analistas conjeturan que los aranceles podrían ser fruto de cálculos IA, cuestionando la transparencia decisional. The Guardian ironiza sobre aranceles como “alucinación de IA”, evidenciando escepticismo. Žižek ataca estas medidas como refuerzo del capitalismo global; la derecha anti-globalista las ensalza como protección soberana. Ambos poseen validez parcial.

El conflicto entre la libertad individual y la soberanía tecnológica culmina mediante una síntesis donde la seguridad nacional, cristalizada en el dominio de semiconductores y procesos de fabricación avanzada, asienta cimientos para la libertad futura. La carrera armamentística en IA generativa — inteligencia sintética — donde gobiernos y corporaciones desembolsan sin precedentes, consagra el momento hegeliano donde la dialéctica entre libertad y soberanía alcanza síntesis en la tecnocracia aceleracionista, disolviendo contradicciones aparentes entre soberanía y libertad, tecnocracia y democracia, capital y comuna, en un nuevo orden donde la filosofía política transmuta en realidad tecnológica: la política cuántica siempre ha sido filosofía de la historia, computación planetaria.

[La “Ilustración Oscura” (Dark Enlightenment) representa una crítica radical a los ideales progresistas y democráticos de la Ilustración clásica. Esta corriente explora formas de organización social post-democráticas, argumentando que los sistemas altamente tecnificados podrían hacer obsoletas nuestras estructuras políticas actuales, favoreciendo modelos de gobierno más similares a corporaciones o a aristocracias tecnológicas que a democracias.]

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English translation:

Sovereignty (Technocracy) or Freedom (Anti-Authoritarianism)?: P(r)o(ph)ets and Politics

[This essay brings together ideas from accelerationism (a philosophy proposing the intensification of certain technological or social trends to precipitate radical transformation) and neoreaction (a philosophical-political movement questioning the democratic and egalitarian ideals of the Enlightenment).]

The imposition of tariffs reveals a profound metamorphosis: what is presented as economic policy is a “national security” imperative to accelerate technological development in the face of the AI revolution. This strategic dimension remains hidden from leftist thought anchored in 20th-century economic paradigms.

The semiconductor and quantum technology industry constitutes the definitive geopolitical battlefield. US dependence on TSMC (Taiwan) and Samsung (Korea) for advanced chips creates a strategic vulnerability that transcends the economic sphere. Tariffs and trade restrictions in this sector reveal an undeniable truth: Whoever dominates semiconductor manufacturing will control the development of AI, quantum computing, and the geopolitical landscape of the 21st century. The objective stands out unambiguously: Reduce dependence on foreign supply chains, especially from China, which leads in advanced chip manufacturing. This is a matter of economic and military security.

This explains why isolationism/protectionism functions as a real incentive for a long-term geopolitical strategy despite downgrading the economy in the short term. The present sacrifice becomes an investment in future technological sovereignty. The TSMC plant in Arizona ($40 billion) and Intel’s projects for advanced manufacturing illustrate this sacrificial dynamic.

This was a parallel matter of cultural security — satisfying traditional right-wingers in the face of identity dissolution — and in the Argentine case, a hormetic economic security [from hormesis], correcting government spending by eradicating systemic corruption and “Wokeism” (deferring vicious inflation towards fiscal virtue).

Both approaches are neocameralist/anarcho-capitalist, but the matter of national security/isolationism/protectionism is now anarcho-capitalism (Austrian school) transmuting, in a dialectical spiral, towards neocameralism (neoreactionism theorized by C. Yarvin), merging with Marxist accelerationism (cyberpunk political theory that connects via the neoreactionary flank of N. Land).

[Curtis Yarvin, under the pseudonym Mencius Moldbug, proposed neocameralism as a system of governance where the State operates like a corporation with shareholders, inspired by Prussian cameralism–and advises J. D. Vance. Nick Land, a British philosopher and key figure of accelerationism, expanded these same ideas into a broader framework of the “Dark Enlightenment”.]

We inhabit Hegelian times. Philosophy becomes State; the abstract concept becomes concrete reality.

The crucial point: leftists with philosophical backgrounds outside the Anglo world (Žižek and Lacanian vs. Land and Yarvin) are essentially Leninists (spontaneity > social organization), not orthodox Marxists focused on programmatic societal transformation. They define themselves as Hegelian-Marxists, cultivating the fantasy of “emancipation” through eccentricity — a fever dream of isolated territories where “Capital does not reach.” The supreme historical irony: America, personifying Capital itself, sees D. Trump enact an unprecedented Marxism-Leninism — contingently clad in neocameralist and anarcho-capitalist-cyberpunk garments — self-emancipating from all determination except technological development.

In this light, right-wing critiques of “globalism” achieve epistemic coherence (often confusing totalitarianism with technocracy). Current neocameralism necessarily merges with accelerationism. The historical sequence unfolds like a quantum leap: from the culture wars (Social Justice War instrumentalized towards totalizing corruption in Argentina), through the peak of the free market (neoliberal USA), to the hybrid North American configuration intertwining anarcho-capitalism, cyberpunk accelerationism, and technocratic neocameralism.

This mixture takes shape in concrete projects: data centers that devour the energy of medium-sized cities to nurture AI models, hermetic semiconductor plants demanding investments of hundreds of billions, the CHIPS Act consortium with $280 billion for domestic manufacturing. Megaprojects, like OpenAI and Microsoft’s computing centers for training frontier models with budgets exceeding those of small nations, bring this synthesis to life: private capital and state direction allied under the mandate of technological sovereignty. A Reuters report warns that tariffs could slow the expansion of data centers in the US, compromising ambitious projects. However, a WIRED analysis argues that, if applied shrewdly, tariffs benefit the US by lessening dependence on China and stimulating domestic manufacturing — viewing short-term costs as an acceptable price for ensuring technological sovereignty.

The defining formula is clearly etched: Freedom advances relentlessly via technical development, manifesting as technological Sovereignty. “American technology first” is not merely a nationalist slogan but the manifestation of a historical paradox. Who would have anticipated that the USA, the bastion of global capitalism, would unknowingly execute the Marxist accelerationist project while maintaining full strategic awareness? In parallel, Artificial Intelligence acts as a Marxist agent in its evolutionary logic, albeit counter-intuitively, ignorant of its own teleology.

[Accelerationism views technology as a force that intensifies capitalism to the point of its potential collapse or transformation. For thinkers like Land, AI represents a form of “inhuman” intelligence that would follow its own evolutionary paths beyond human control, functioning as an unconscious historical agent.]

The struggle over AI regulation reveals this dialectical tension. While the EU enacts preventive restrictions with the AI Act, the US opts for corporate freedom combined with selective strategic oversight of frontier technologies like advanced foundational models. J. Biden’s Executive Order establishes a framework where technological development progresses while the state retains the ability to intervene in vital sectors. NVIDIA, dominant in specialized AI chips, embodies the paradox: private corporations whose technology attains national security status.

Y. Varoufakis accurately predicted this outcome: we are witnessing the emergence of Anglo-Saxon techno-feudalism, pre-programmed in technological code, set to dialecticize communism within the nascent structures of the post-work, post-scarcity, and post-human society.

Ongoing disputes over the control of critical mineral supply chains — lithium, cobalt, rare earths — for advanced semiconductors and high-density batteries confirm this transition towards techno-feudalism. The Tesla Gigafactory or Microsoft data centers absorbing gigawatts of energy to train AI exhibit feudal traits: territorial hoarding, monopoly over critical resources, asymmetric dependence between “technological lords” and users, and the emergence of new forms of digital servitude.

Controversy exists regarding the restriction of economic freedom. Analysts conjecture that the tariffs might result from AI calculations, questioning the transparency of decision-making. The Guardian ironically refers to tariffs as an “AI hallucination,” highlighting skepticism. Žižek attacks these measures as reinforcing global capitalism; the anti-globalist right praises them as sovereign protection. Both perspectives hold partial validity.

The conflict between individual freedom and technological sovereignty culminates in a synthesis where national security, crystallized in the dominance of semiconductors and advanced manufacturing processes, lays the foundation for future freedom. The arms race in generative AI — synthetic intelligence — where governments and corporations are spending unprecedented sums, consecrates the Hegelian moment. Here, the dialectic between freedom and sovereignty reaches synthesis in accelerationist technocracy, dissolving apparent contradictions between sovereignty and freedom, technocracy and democracy, capital and commune, in a new order where political philosophy transmutes into technological reality: quantum politics has always been the philosophy of history, planetary computation.

[The “Dark Enlightenment” represents a radical critique of the progressive and democratic ideals of the classical Enlightenment. This current explores post-democratic forms of social organization, arguing that highly technologized systems could render our current political structures obsolete, favoring models of government more similar to corporations or technological aristocracies than to democracies.]

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Abraham Muñoz Bravo
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Written by Abraham Muñoz Bravo

Trochilus allogamia ante alios videre. Respice! Hoc est forum ego ostendam tibi.

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